miércoles, 23 de junio de 2010

CARLOS GARDEL


1935 – 2010


Las hojas de Crítica sobre la cama
y el Zorzal caído entre las frías llamas de junio.
(Fragmento de “Buenos Aires y yo”)


En el instante de aquella tarde en que te fuiste, junto a tu sonrisa, se esfumó el canto de los pájaros y el color de las flores empalideció. Un manto de silencio se esparció en el tiempo y desde entonces un coro de ángeles acompaña tu canto.


Así desfilaron ante mí, innumerables versos enredados en los arpegios creados por tu fina sensibilidad, los mismos que aún hoy retozan las calles de tu “Buenos Aires querido”, quebrando en “Silencio”, el dolor de las madres que en tu tierra natal, entregaron sus hijos a la gloria.


Pasaron 75 años de tu transito incomprensible y de aquél día en que, todo un pueblo, detuvo su andar, ya fuera en El Abasto, en tu porteña calle Corrientes y en la cortada alumbrada con luz mortecina. Resumen de todo un universo, que sintió el intenso dolor que generó tu inesperada y cruel partida.


Si bien el destino quiso que así fuera, la pasión encerrada en el corazón de tu gente, te siguió tratando como en el ayer más cercano y tu figura se transformó en un icono inmortal de nuestro Tango.


Desde el espejo de un colectivo, la inscripción ingeniosa en la chata o en el camión de reparto, se acrecentó el recuerdo de tu visión como “Zorzal argentino”, “El Morocho del Abasto”, “El Bronce que sonríe”, “El Imbatible”, “Genio”, y no se cuantos apelativos más, que se funden en el corriente sentir que Carlos, “cada día canta mejor”.


Tu cuerpo descansa en el mismo punto final de la vida de muchos de los porteños, pero tu voz y tu duende, sigue revoloteando por Buenos Aires, sonriéndole a sus cosas.


No sería justo desarrollar este recuerdo, sin acercar a él, la existencia de su querida madre biológica, doña Berta, querida e inmortalizada por muchos, en versos o sentencias, tal cual lo hace Horacio Sanguinetti, en “Una milonga para Gardel”:


“Me hubiera gustado verte
junto a tu vieja querida,
junto a tu vieja querida,
que sola dejó la vida
que sola se fue a la muerte”.


o bien en el profundo e inteligente decir de José Ortega y Gasset, cuando ubica a Carlos expresando: “Este muchacho pinta el dolor callado de la madre que sufre, con emoción tal que conmueve de verdad."

Para finalizar, me permito tomar una cita del reciente libro de Chistiane Bricheteau *, referida – vale la casualidad – a Jean Jaurès, que parecería ganarle al tiempo y predecirlo, al expresar, partiendo hacía Buenos Aires: “Voy a dejar Lisboa para iniciar un largo viaje, donde encontraré, al otro lado del Atlántico, el genio latino en pleno desarrollo”

Sirva la presente nota. de modesto recuerdo transformado en nostalgia, palabra que aglutina la tristeza exterior del hombre, con su viva alegría interior.

¡Salute la barra!

José Pedro Aresi

(*) “CARLOS GARDEL – Fils de Toulouse”

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