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¿Qué nos dice VILLALBA BUSTILLO sobre el tema que nos ocupa?; pues para saberlo basta leer sus palabras que se reproducen seguidamente:
“Carlos Gardel no sólo es mito, recuerdo y gloria artística: sigue siendo, también, noticia fresca. Él, el de carne y hueso, no su arte, ni la música de sus composiciones. Me refiero al hombre que llevó dentro de sí una voz prodigiosa y fuera de sí, en su pellejo y su presencia, como decía Aníbal Troilo, “una pinta de la gran puta”. Sí, el lugar de su nacimiento retrotrajo de nuevo al individuo Gardel a los primeros planos, porque la investigadora argentina Martina Iñiguez volvió a la carga con el estudio que le hizo a una foto que, según ella, no se tomó en la escuela Nicolás Avellaneda, en Buenos Aires, sino en la número 27 de Montevideo, teniendo El Troesma tres años.Haberlo dicho no hubiera sido problema. Una vez más, ¡qué importaba! Fue problema porque doña Martina llevó su estudio –que no prueba el lugar donde se nace– a la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara Baja de Uruguay, el país que desde hace un siglo quiere “robarse” a Gardel. Yo, de malpensado, creo que doña Martina se pegó a la trampa que algún uruguayo guasón urdió desde entonces para nacionalizar a Gardel valiéndose de un hecho cierto: el de que doña Berthe Gardes, al llegar a la capital del Plata, se alojó, con su hijo, en un inquilinato en el número 162 de la calle Uruguay.El presidente del Centro de Estudios Gardelianos, el vicepresidente y el historiador Juan Carlos Esteban se botaron a la comisión a torcerle el cuello al cuento de la foto martiniana. Se fueron armados con las actas de matrícula expedidas en Buenos Aires y un certificado que reproduce el número de orden 121, de la Oficina Argentina de Inmigración, en la que consta que Berthe Gardes entró al país, el 11 de marzo de 1893, con su hijo Charles Romuald, de dos años, a quien correspondió la orden 122. Berthe fue inscrita como francesa, viuda, de 27 años, planchadora y católica, y su pasaporte era el número 94.Hay que repetir la pregunta: ¿Nació Gardel en el hospital Saint Joseph de la Grave, frente a la ribera occidental del río Garona, en Toulouse, o en la casa donde el coronel Carlos Escayola poseyó a su cuñada María Oliva, en Tacuarembó, sin presentir que quedaría embarazada y que habría de regalarle el fruto de aquella faena furtiva a una extranjera pobre y desamparada? ¿Dónde está la razón: en el pecado de Escayola con su hermana política o en los revolcones esporádicos de Paul Lasserre con Berthe Gardes?Nunca he tenido duda de que la documentación existente sobre el nacimiento de Gardel tiene más fuerza probatoria que las historias regadas por la crónica hablada con posterioridad al nacimiento del mito. Comparto, además, con Simón Collier, el crédito que le da a la declaración de Jenny Bazin, la persona que anunció la llegada del francesito.”
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Y ante tanta coincidencia es un deber preguntarse ¿Porqué decir Carlos Gardel y no Carlos Escayola? Dicen que es por “vergüenza” ¿Cuál? , ¿Esa que nunca demostraron – según la historia que ellos mismos venden - cuando madre, hijas/hermanas compartían el mismo hombre?
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Es lamentable que por justificar una mentira se enlode el nombre y honor de una familia.
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