lunes, 10 de mayo de 2010

EL ORIGEN DEL HOMBRE Y LA SUPERFICIALIDAD

por Juan Carlos Esteban

Este tema que desvela a la antropología desde la aparición del hombre en la tierra, tiene su correlato casero entre los que se dicen gardelianos prescindentes o químicamente puros sobre su origen.

Sospecho que es una forma híbrida e inconfesable de depositarlo en Tacuarembó.

Son vergonzantes que pretenden esconder su pensamiento tras el embrujo, único, de su vos, que le canta, entrañablemente, a sus barrios y que en, "SILENCIO", le rinde tributo a su madre.
Pero rescatar la identidad de Gardel es mucho más que un acto de justicia. Es una actitud que nos debemos los argentinos, al rendir un homenaje de gratitud, a aquellos inmigrantes como él, que contribuyeron a forjar la cultura que hoy nos identifica.

Gardel fue un resuelto y tenaz defensor de la Patria Gaucha y sus tradiciones folclóricas en los escenarios donde la tocó actuar.
Hizo patria -como solía decir- desde la temática de su música, hasta en los argumentos de sus películas, no desdeñando vestir su atuendo criollo.

Hoy retaceamos restituirle la identidad que tanto amó. Quienes reivindican, indeclinablemente, esos atributos somos denostados, con vulgaridades, porque nos cuadramos ante los que lo definen como un perimido resentimiento.Es que los argentinos vamos perdiendo, insensiblemente la actitud viril e intransigente, en defensa de nuestra cultura. Sin embargo, se ha optado por la indiferencia y la burla, frente a aquellos que velamos armas, ante el intento de despojarnos de nuestra identidad nacional.
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La infatigable defensa de los atributos que identifican a Carlos Gardel con su patria de adopción, parecen ser un pasatiempo intrascendente, que los agobia. Pero, lamentablemente, tal postura no es ajena a la declinación que nos abruma y esmerila la esencia del Ser Argentino.

La discusión apasionada de su origen, no es una polémica baladí; en tanto rescatamos en él, gran parte del fenómeno inmigratorio, que puso su sello a la Argentina aluvial, y cuánto contribuyó Gardel y los flujos migratorios, en la formación de la sociedad fundacional.


Digo esto siempre con el objeto de rescatar, en qué medida, aportaron las corrientes de ultramar a la constitución del alma nacional y la fascinante integración de esos componentes -caso Gardel- a nuestra idiosincrasia y nuestra personalidad como País.

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Por lo tanto, el examen acerca del lugar de nacimiento de Gardel, tiene sentido y vigencia, si pasa por exaltar en él, a los miles de residentes, que, desde su impronta de otras geografías, se fundieron y contribuyeron, decisivamente, a modelar una personalidad distintiva.

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